viernes, 30 de mayo de 2014

El Evangelio en la predicacion.



El evangelio presente en nuestra predicación.

He escuchado muchos sermones a lo largo de mi vida. He predicado también muchos sermones en los últimos nueve años de ministerio. Si se juzgara por cuántos sermones he escuchado o predicado, a estas alturas ya podría considerarme erudito en la materia, pero tengo que admitir que no es así. Todavía me es difícil preparar sermones que sean bíblicos, relevantes y empapados del evangelio.

En los últimos meses he estado reflexionando específicamente sobre esta última característica del sermón.  Me refiero a que el sermón esté bañado del evangelio. ¿Cómo es un sermón fundamentado en el evangelio? La verdad es que escucho (¡y a veces predico!) sermones que serían bien recibidos en una sinagoga o en un grupo de filántropos moralistas. Es decir, la “ofensa” de la cruz no está presente.  La necesidad de una relación creciente con Jesucristo no se establece o se da la impresión de que es una opción más entre otras cosas. El “evangelio” que se predica es una especie de listas de deberes que sin casi mencionar la obra de Cristo parecen decir: “Haz esto y Dios te aceptará”. Por supuesto, esta es una versión “pirata” del evangelio de la gracia de Dios en Jesucristo.

El problema básico con este tipo de sermones, no es que se digan cosas que no sean bíblicas, sino más bien es la actitud y la motivación con que se predican y el efecto correspondiente que tienen en el oyente. Generalmente, este tipo de sermones se comparten con una actitud profética en tiempos de abominación. El predicador se presenta como el profeta que viene a anunciar el juicio sobre la nación descarriada. 

Su voz, su porte, sus palabras sólo traen juicio y no mucha esperanza. También la lista de cosas para hacer se presenta en los sermones como requisitos para que el creyente sea aceptado por Dios. El mensaje que se comparte le dice al oyente, entre líneas, “si haces estas cosas, Dios te amará más”. Es decir, son listas de deberes fuera del contexto de la obra de reconciliación con Dios lograda por Cristo. La gente sale del culto quizá sintiéndose culpable, pero sin esperanza; con remordimiento pero sin arrepentimiento; con una lista de deberes, pero sin la motivación correcta para hacerlos; con buenas ideas, pero sin poder para cambiar.
A estos sermones les falta el ingrediente más fundamental: El Evangelio. Las buenas noticias de la gracia de Dios en Cristo para todos los que creen. El mensaje acerca del amor obstinado de Dios que convierte hijos de ira en hijos de Dios. El mensaje que dice que nuestra relación con Dios no depende de nuestro desempeño, sino de lo que Dios hace en nosotros en Cristo. Esto es, no se trata de una lista de deberes requeridos para que Dios nos ame, sino de nuestra respuesta obediente hecha posible por haber sido el objeto de tanto amor por parte de Dios en Cristo.


 Estamos, entonces, hablando de una actitud al predicar y una motivación para obedecer totalmente diferentes a la que solemos observar en nuestros sermones. No obedecemos para ser aceptados, sino porque hemos sido aceptados por gracia en Cristo, ahora queremos glorificar a Dios. Una lista de deberes sin tomar en cuenta la gracia de Dios forma buenos fariseos. El evangelio de la gracia, por su parte, logra vidas transformadas que anhelan agradar al Padre que los ama.

Para ayudarme a cuidar que los sermones estén bañados del evangelio, verifico que cumplan por los menos cinco aspectos básicos. Esta lista, por supuesto, no es exhaustiva, ni siquiera afirmo que es la lista más útil que pudiera existir; sin embargo la presento a continuación porque creo que puede ayudar a muchos, que como yo, estamos luchando para que el evangelio esté presente en nuestros sermones.

Buenas Noticias

A todos nos gustan las buenas noticias. El evangelio es precisamente eso. Las cosas ya no son como antes, Cristo vino a hacer la diferencia. Entonces, cuando prediques, comunica el mensaje pensando en que estás dando buenas noticias.  Esto lo comunicas no sólo con tus palabras sino con tu actitud y tono. Piensa cada vez que eres portador de buenas noticias. Dios no te manda a anunciar condenación, sino salvación en un mundo que ya no tiene esperanza. Tus oyentes no deben salir aplastados por la Palabra sino esperanzados por las buenas noticias que hay para todo aquel que está en una relación creciente con Cristo. Aunque hables del juicio o de la ira de Dios, la gente debe salir animada porque hoy es día de buenas noticias… Cristo es buenas noticias.

Gracia

La Reforma religiosa del siglo XVI recobró la verdad bíblica de que, de principio a fin, somos salvos por gracia. Pero no sé cuándo nos confundimos y comenzamos a pensar que la gracia es importante y necesaria sólo para la conversión; y que a partir de allí, el esfuerzo humano, la disciplina y las obras personales nos llevarían hasta el final del camino. No cabe duda que por eso hay en nuestras iglesias tantos fariseos modernos que piensan que Dios está fascinado con ellos porque cumplen la lista de expectativas y evitan la lista de prohibiciones. Aunque dicen que son salvos por gracia, viven como si la aceptación de Dios dependiera de sus méritos.

La gracia no sólo es necesaria para la conversión, sino también para la santificación. No podemos vivir sin la gracia que habilita a gente pecadora como nosotros para ser hijos de Dios. La gracia nos pone a todos al mismo nivel, no importa quién seas ni cuántos años tengas en el cristianismo, necesitas Su gracia hoy tanto como cuando estabas sin Cristo.  La diferencia entre la persona más despreciable de la humanidad y un servidor, simplemente, es la obra de la gracia de Dios en mi vida. La gracia echa fuera toda jactancia, orgullo, vanagloria y nos deja con un profundo sentido de asombro y gratitud por tantos favores recibido inmerecidamente.

Cuida que tus sermones reflejen la gracia prodigada por Dios en Jesucristo. La lista de deberes cristianos debe darse bajo el entendido de que es por la gracia obrando en nosotros que podemos realizarlos; que es la gracia la que nos asegura nuestra posición con Dios y no nuestra obediencia fiel; que la obediencia es el resultado de haber recibido la gracia de Dios y no la que nos procura un lugar con Él.

La gente necesita escuchar de la gracia de Dios no sólo para ser salva sino para vivir en Él. Está tan acostumbrada a poner por delante su desempeño como la base de su relación con Dios, que al principio no pueden vivir lo que dicen creer: “Somos salvos por gracia por medio de la fe… no es por obras para que nadie se gloríe”. Predicar con la gracia presente en nuestros sermones atraerá no sólo a los incrédulos, sino a los que han sido salvados por gracia.

Jesucristo

Si hay algo que hace distintivo al mensaje cristiano es, precisamente, Jesucristo. Si el mensaje no está fundamentado en la persona y obra de Jesucristo, ese mensaje quizá será un ramillete de ideas positivas, pero no será un mensaje cristiano. Jesucristo es el cumplimiento de toda la Escritura. No se puede hablar de ninguna parte de la Biblia sin tener que desembocar en la persona y obra redentora de Jesucristo.
Nuestros sermones deben resaltar Su persona y obra porque Él es el cumplimiento de todo lo que pudiéramos comentar o decir acerca de cualquier pasaje de la Escritura. De hecho, sin Él, ningún pasaje tiene sentido, ni vale la pena predicarlo. 

Si lo hiciéramos estaríamos solamente diciendo principios de espiritualidad como cualquier religión del mundo pagano. Jesucristo es quién hace que un mensaje sea inconfundiblemente cristiano.
No te permitas hablar de principios cristianos, ya sea del Antiguo o del Nuevo Testamento, sin filtrar todo lo que digas a través de la vida, muerte, resurrección y ascensión de nuestro Señor Jesús. Su obra no es algo accesorio en tu sermón sino su fundamento.

Arrepentimiento

El Evangelio está ligado al arrepentimiento. El llamado de la gracia es al arrepentimiento. El sacrificio de Jesucristo nos impulsa al arrepentimiento. No estamos hablando del remordimiento, sentimiento de culpa o incomodidad espiritual que no produce cambio en la vida. Estamos hablando del acto de humillarse delante del Dios de la gracia y abrazar por la fe las grandes promesas del Evangelio garantizadas por la obra de Jesucristo. Esta es la respuesta apropiada a la predicación de un sermón bañado del Evangelio.
Ese arrepentimiento no lo logra el volumen de la voz, las historias emotivas del predicador, ni la presión manipuladora del sentimiento de culpa.
 El experto en lograrlo es el Espíritu Santo, usando una exposición clara de las buenas noticias de la gracia de Dios a partir de cualquier pasaje de la Escritura. Alinea tus sermones con el Espíritu Santo para que la respuesta de la gente sea el arrepentimiento surgido del entendimiento de la gracia de Dios como se presenta en el Evangelio.

Transformación

El evangelio trae transformación de vida. Un sermón bañado del evangelio ofrece esa esperanza al oyente porque Jesucristo ha completado la obra de redención. El sermón no se trata de regaños para que la gente se componga, sino de mostrar la gracia abundante de Dios en Jesucristo que nos constriñe para un cambio de dentro para afuera.

El mismo predicador debe declararse necesitado de esa transformación progresiva. Nadie es un producto terminado; todos estamos en ese proceso de cambio. Con esa actitud, animamos a los oyentes a usar los recursos dados por Dios, los medios de gracia, para crecer confiados que el que comenzó la buena obra en nosotros la perfeccionará para el día de Jesucristo.

La transformación no se logra a base de pura disciplina, privaciones y esfuerzo humano; al igual que todo lo demás en la vida cristiana, es el resultado de la obra de gracia del Espíritu Santo en nosotros cuando usamos, confiados en la obra de Cristo, los medios que él ha provisto para nuestro crecimiento.

Por tanto, habla de los medios de gracia no como meros deberes y disciplinas que nos pondrán bien con Dios, sino como lo que son, bendiciones espirituales que nuestro Padre da para que crezcamos en la gracia de nuestro Señor Jesucristo.

Conclusión

Como dije, no es una lista exhaustiva, ni siquiera la más útil. Pero espero que a través de ella se exprese la importancia, urgencia y necesidad de que no prediquemos como si el evangelio no fuera real. 

Como si nuestro único mensaje fuera cuán molesto está Dios con su Pueblo; como si la gente tuviera que lograr la aceptación de Dios a base de esfuerzo personal; como si  Jesucristo no hubiera completado la obra de redención; como si ya no hubiera oportunidad para el arrepentimiento; como si tuviéramos el poder para cambiarnos a nosotros mismos sin la gracia de Dios. 
 No nos permitamos más ese tipo de sermones

. ¡Bañemos nuestros sermones con el glorioso Evangelio del Señor Jesucristo!
Bendiciones de Jesucristo a tu vida¡¡¡¡
www.franciscojosemartinezg.blogspot.com

martes, 20 de mayo de 2014

Los planos de Jesucristo



LOS PLANOS DE JESÚS
(Solo para ministros de la iglesia)

1.                 Todas las cosas del antiguo pacto (los mandamientos, las ordenanzas, el tabernáculo, las funciones de los levitas, las diversas ofrendas y holocaustos, etc.) no son una realidad, son solo sombras de lo que había de venir (colosenses 2:17). Y sin embargo, se le ordenó a Moisés que hiciera todas esas cosas conforme al modelo que se le había mostrado (Hebreos 8:5).

2.                Si de aquello que solo era figura y sombra de las cosas celestiales, a Moisés le fue ordenado que lo hiciera conforme al modelo que se le mostró en el monte (Hebreos 7.44 y 8.5), ¡¡¡cuánto más nosotros!!!, si queremos ser ministros competentes del nuevo pacto, no de la letra de la ley (2ª. a Corintios 3.6), deberíamos obedecer al Señor (Juan 14.15), y edificar la iglesia de Jesucristo conforme al diseño que ÉL nos muestra en el nuevo testamento, porque Jesucristo no es mediador del viejo pacto (Hebreos 12.24), como tampoco es sacerdote levita del pacto antiguo (Hebreos 7.11).

3.                Quien edifique la iglesia a su manera, con sus mejores ideas pero no conforme al modelo establecido por Jesucristo, no piense que va a recibir galardón, pues sus obras, aunque parecieran muy portentosas, se van a quemar (1ª. Corintios 3:12-15), porque en realidad un atleta que está compitiendo así, está descalificado por no luchar de acuerdo a las reglas (2ª. Timoteo 2:5). Inclusive en esta condición está luchando fuera del ring.

4.                Al edificar la iglesia de Cristo, en primer lugar debe colocarse la piedra angular, que es Cristo (Efesios 2:20b), porque en la verdadera iglesia de Cristo nadie puede poner otro fundamento (1ª  Corintios 3:10). Existen muchas iglesias que se autodenominan cristianas pero no lo son, pues han puesto por fundamento –quizá sin darse cuenta- algunas sombras de la antigua ley, y siguen escuchando y predicando más a Moisés que a Jesús (Mateo 17:5 y 2ª Corintios 3:15).

5.                La piedra angular no se coloca repitiendo una oración (Mateo 6:7a), tampoco enseñándoles a las ovejas una lista con los mandamientos de Jesús. La piedra angular se coloca haciendo lo que el perito arquitecto Pablo: Señales, milagros y prodigios en cada nueva congregación que esté plantando.

6.                Al edificar la iglesia de acuerdo con tus mejores ideas, tus mejores planes, etc. no estás poniendo a Jesús como piedra angular, sino a ti mismo (Jeremías 18:15). Jesucristo nos dice en el nuevo testamento cómo quiere ÉL que edifiquemos SU iglesia, para lo cual es necesario seguir los lineamientos del nuevo pacto, deshaciéndonos de las ordenanzas de la ley de Moisés, porque ya está derogada (Efesios 2:15 y colosenses 2:14 y otras).

7.                 En muchas iglesias los obreros van, bautizan, supuestamente hacen discípulos de Jesús; pero no hacen las demostraciones de poder sobre las cuales debe estar basada la fe de todo creyente (1ª. a Corintios 2.4-5). En realidad solo están haciendo que la gente sea discípulos de ellos mismos, con lo cual la iglesia se está edificando de manera diferente a lo que está marcado en los planos.

8.                Además de colocar la piedra angular, también deben colocarse los cimientos. Esto es que la iglesia debe estar sostenida por apóstoles y profetas (Efesios 2:20a). La falta de estos dos ministerios equivale a construir una casa sin cimientos, cualquier terremoto espiritual la va a derrumbar. Existen muchas iglesias en esta situación.

9.                Los ministros que realizan la obra de edificar la iglesia, deben haber sido escogidos por Dios, no por sí mismos o por otros hombres. En Antioquía, estando reunidos unos maestros y unos profetas, el Espíritu Santo apartó a Bernabé y a Saulo como apóstoles (Hechos 13:1-2). Este es el método de selección que se debe cumplir para que un ministro realmente sea escogido por Dios. De otra manera, no será Jehová quien edifique la iglesia, y resultarán en vano tantos eventos planeados en la agenda (salmo 127:1).

10.            Muchas personas que en la actualidad están desempeñando un ministerio, lo hacen porque de todo buen corazón se apasionaron por el Señor (lo cual humanamente es muy encomiable, desde luego) y consideraron que siendo pocos los obreros, ellos tenían qué participar en la obra. Sin embargo, en muchos de estos casos se trata de conversiones parciales, pues no se ha dado el proceso de cambiar su manera de pensar, de ser transformados por la renovación de su entendimiento (romanos 12:2, efesios 4:23), de llegar a tener la mente de Cristo (1ª. Corintios 2:16), razón por la cual hacen la obra según sus mejores ideas o como les enseñaron gentes venidas de otra nación (Jeremías 10:2).

11.             El objetivo de edificar la iglesia es lograr que todos alcancemos la estatura de Cristo (Efesios 4:13), es decir que logremos la madurez espiritual necesaria para recibir la adopción de hijos, la cual se alcanza si es que Cristo verdaderamente nos redime de estar bajo la ley (gálatas 4:5). Mas si nosotros todavía continuamos practicando algunas ordenanzas de la ley de Moisés, es que no hemos sido redimidos de la maldición de la ley (gálatas 3:10-13) y por lo tanto, aunque seamos dueños de la herencia, no podemos recibirla por nuestra condición de niños espirituales (gálatas 4:1), y de esclavitud (Gálatas 4.24-25 y 30).

12.            Por eso es necesario que en cada iglesia estén funcionando los nueve ministerios (Efesios 4:11 y 1ª. Corintios 12:28-30). Este es el plano que Jesucristo creó para que los santos seamos perfeccionados, y ningún ministro solitario, por más hábil que sea, por más dones y cualidades naturales que tenga, no puede perfeccionar él solo a los santos hasta alcanzar la estatura del varón perfecto.

13.            Esta labor de edificación desarrollada en equipo, requiere que los ministros se sometan unos a otros, y no todos a uno como en la gran mayoría de las iglesias es costumbre, porque en el cuerpo de Cristo ningún miembro es más que otro, aunque parezca realizar una función más digna, más noble ó más perfecta que la de otros. La sumisión mutua (Efesios 5:21) es una mezcla indispensable capaz de proporcionar la unidad y consistencia que tanto le hace falta a la iglesia. Las jerarquías de mando no existen entre los discípulos de Jesús (Mateo 20:25-27).

14.            Si usted es de los ministros que consideran ya obsoletos algunos de los cinco ministerios de perfeccionamiento (Efesios 4.11), por supuesto que no habrá manera en que sea manifiesto que Jesucristo ya los constituyó allí en su iglesia, porque Dios es respetuoso de nuestras convicciones. No actúa conforme Él quiere cuando nosotros no creemos que pueda hacerlo, o  si no se lo permitimos. Le recomendaría que medite sobre esta situación, pues por seguir tradiciones humanas, filosofías y huecas sutilezas según el mundo (Colosenses 2.8), hemos invalidado el mandamiento de Cristo, igual que los religiosos judíos (Marcos 7.7-9).

15.            El poder de Dios es un elemento indispensable para edificar la iglesia correctamente. Una iglesia sin el poder de Dios es la prueba más contundente de que no es Dios quien la está edificando (Salmo 127.1), porque el evangelio del reino no consiste en mucha palabrería, mucha elocuencia, sino en poder (1ª. Corintios 4:20) que se manifieste en hechos reales, señales, milagros, prodigios, etc. El poder de Dios es, además, prueba de salvación (1ª. Corintios 1:18). Si el reino de Dios consiste en poder, y ese poder no existe en su iglesia, entonces ¿qué reino es el que se está predicando?

16.            La iglesia primitiva, en su proceso de gestación, tuvo un período de espera a fin de recibir poder de lo alto (hechos 1:8) el día de su alumbramiento. Este período es un paso necesario para los ministros que quieran corregir la edificación que ya hicieron no conforme a los planos de Jesús. Estos son algunos de los elementos que no han estado siendo considerados adecuadamente por muchos obreros que, según ellos, están edificando la iglesia de Dios.

17.             A fin de que los ministros puedan ahora edificar correctamente conforme al modelo, es necesario cambiar lo incorrecto. Por supuesto que para derribar y destruir (Jeremías 1:10), se requiere autoridad espiritual verdadera, que capacite a los ministros como obreros competentes del nuevo pacto para corregir lo deficiente (Tito 1:5).

18.            Así mismo para empezar de nuevo a edificar, es indispensable que los ministros sean personas que verdaderamente militen en el Espíritu, de manera tal que tengan autoridad para destruir no a las personas, sino las fortalezas, argumentos y altiveces (2ª. Corintios 10:4) que operan en ellas de forma natural  oponiéndose a la reconstrucción.

19.            Dura tarea es esta de derribar para volver a edificar; pero seguramente no es tan duro como dar de coces al aguijón construyendo fuera del plano, así que es algo que podremos soportar, más aún considerando que al edificar de acuerdo con el modelo, será Dios quien realmente esté dirigiendo la obra al mando de obreros no improvisados.

20.           ¿Cómo dice? ¿Que sustituya algunas de las enseñanzas que he impartido durante tantos años hasta hoy? Si, si, entiendo, es muy duro que a un joven rico se le pida que venda todos sus bienes y reparta a los pobres para hacerse tesoros en el cielo, humanamente se entiende la tristeza. Pero considere usted esto: Si edifica conforme a los planos, todo será mejor y más fácil. Nomás imagínese la gran diferencia que sería contar con el poder de Dios, que Dios testificara junto con usted con señales, milagros, prodigios, etc. (Hebreos 2:4), como debiera ser lo normal en toda congregación (1ª. a Corintios 12.29).

21.            Los que servían a las sombras de la ley tuvieron el valor y el denuedo para hacer lo que se les ordenó según el consejo de su Señor (Esdras 10:2-4). Nosotros que decimos servir a Jesús, ¿nos quedaremos en lo mismo?


Bendiciones de Dios a tu vida…Shalom ­­


Perder la salvacion de Nuestro Señor Jesucristo.



   "¿Puede un cristiano perder la salvación?"

Respuesta:
Antes de que esta pregunta sea respondida, debe ser definido el término “cristiano.” Un “cristiano” no es una persona que haya dicho una oración, o pasado al frente, o que haya crecido en una familia cristiana. Mientras que cada una de estas cosas puede ser parte de la experiencia cristiana, no son éstas las que “hacen” a un cristiano.

Un cristiano es una persona que ha recibido por fe a Jesucristo y ha confiado totalmente en Él como su único y suficiente Salvador (Juan 3:16; Hechos 16:31; Efesios 2:8-9).

Así que, con esta definición en mente, ¿puede un cristiano perder la salvación? Quizá la mejor manera de responder a esta importante y crucial pregunta es examinando lo que la Biblia dice que ocurre en la salvación, y entonces estudiar lo que implicaría perder la salvación.

Estos son algunos ejemplos:

Un cristiano es una nueva criatura. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Estos versos hablan de una persona que se ha convertido enteramente en una nueva criatura, como resultado de estar “en Cristo.”

Para que un cristiano perdiera la salvación, la nueva creación tendría que ser revertida y cancelada.

Un cristiano es redimido. “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.” (1 Pedro 1:18-19).

La palabra “redimido” se refiere a una compra que ha sido hecha, a un precio que ha sido pagado. Para que un cristiano perdiera la salvación, Dios tendría que revocar Su compra por la que pagó con la preciosa sangre de Cristo.


Un cristiano es justificado. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.” (Romanos 5:1). “Justificar” significa “declarar justo.” Todos los que reciben a Jesucristo como Salvador son “declarados justos” por Dios.
 Para que un cristiano perdiera la salvación, Dios tendría que desdecirse de lo dicho en Su Palabra y retractarse de lo que Él declaró previamente.

A un cristiano se le promete la vida eterna. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.” (Juan 3:16). La vida eterna es una promesa de vida para siempre en el Cielo con Dios. Dios hace esta promesa - “cree, y tendrás vida eterna.”

 Para que un cristiano perdiera la salvación, la vida eterna tendría que ser retirada. Si a un cristiano se le ha prometido vivir para siempre, ¿cómo entonces puede Dios romper esta promesa, quitándole la vida eterna?

A un cristiano se le garantiza la glorificación. “Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.” (Romanos 8:30). Como lo aprendemos en Romanos 5:1, la justificación es declarada al momento de la fe en Cristo. De acuerdo a Romanos 8:30, la glorificación está garantizada para todos aquellos a quienes Dios justifica.

La glorificación se refiere a un cristiano recibiendo un perfecto cuerpo glorificado en el Cielo. Si un cristiano pudiera perder la salvación, entonces Romanos 8:30 sería un error, porque Dios no puede garantizar la glorificación para todos aquellos a quienes Él predestinó, llamó, y justificó.

Podrían compartirse muchas más ilustraciones de lo que ocurre en la salvación. Sin embargo, aún estas pocas hacen abundantemente claro que un cristiano no puede perder la salvación. La mayor parte, sino todo lo que la Biblia dice que ocurre a una persona cuando recibe a Jesucristo como Salvador, sería invalidado si la salvación pudiera perderse.
La salvación no puede ser revertida. Un cristiano no puede ser des-creado como nueva criatura. La redención no puede ser deshecha.

 La vida eterna no puede perderse y seguir considerándose como eterna. Si un cristiano perdiera la salvación, Dios tendría que retractarse de Su Palabra y cambiar de parecer – dos cosas que la Escritura nos dice que Dios jamás hace.

Las objeciones más frecuentes a la creencia de que un cristiano no puede perder la salvación son; (1) ¿qué hay de aquellos que son cristianos y continuamente viven una vida inmoral? – y – (2) ¿qué pasa con aquellos que son cristianos, pero luego rechazan la fe y niegan a Cristo?
El problema con estas dos objeciones es la suposición de que “son cristianos” (1) La Biblia declara que un verdadero cristiano ya no continuará viviendo una vida inmoral (1 Juan 3:6). (2) La Biblia declara que alguien que se separa de la fe, demuestra que realmente nunca fue un cristiano (1 Juan 2:19).

No, un cristiano no puede perder la salvación.

Pero si puede rechazar la salvación por su forma de vivir ya que según las Escrituras  “el que vuelve atrás, no persevera hasta el fin” Apoc. 2:10: Entonces ya pierde la salvación.

 Nada puede separar a un cristiano del amor de Dios (Romanos 8:38-39). Nada puede arrebatar a un cristiano de la mano de Dios (Juan 10:28-29). Dios quiere y tiene el poder para garantizar y mantener la salvación que Él nos ha dado.

 Judas 24-25 dice, “Y Aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.”