El evangelio presente en nuestra predicación.
He escuchado muchos sermones a lo
largo de mi vida. He predicado también muchos sermones en los últimos nueve
años de ministerio. Si se juzgara por cuántos sermones he escuchado o
predicado, a estas alturas ya podría considerarme erudito en la materia, pero
tengo que admitir que no es así. Todavía me es difícil preparar sermones
que sean bíblicos, relevantes y empapados del evangelio.
En los últimos meses he estado
reflexionando específicamente sobre esta última característica del
sermón. Me refiero a que el sermón esté bañado del evangelio. ¿Cómo es un
sermón fundamentado en el evangelio? La verdad es que escucho (¡y a veces
predico!) sermones que serían bien recibidos en una sinagoga o en un grupo de
filántropos moralistas. Es decir, la “ofensa” de la cruz no está
presente. La necesidad de una relación creciente con Jesucristo no se
establece o se da la impresión de que es una opción más entre otras
cosas. El “evangelio” que se predica es una especie de listas de deberes
que sin casi mencionar la obra de Cristo parecen decir: “Haz esto y Dios te
aceptará”. Por supuesto, esta es una versión “pirata” del evangelio de la
gracia de Dios en Jesucristo.
El problema básico con este tipo
de sermones, no es que se digan cosas que no sean bíblicas, sino más bien es la
actitud y la motivación con que se predican y el efecto correspondiente que
tienen en el oyente. Generalmente, este tipo de sermones se comparten con una
actitud profética en tiempos de abominación. El predicador se presenta
como el profeta que viene a anunciar el juicio sobre la nación
descarriada.
Su voz, su porte, sus palabras
sólo traen juicio y no mucha esperanza. También la lista de cosas para hacer se
presenta en los sermones como requisitos para que el creyente sea aceptado por
Dios. El mensaje que se comparte le dice al oyente, entre líneas, “si
haces estas cosas, Dios te amará más”. Es decir, son listas de deberes fuera del
contexto de la obra de reconciliación con Dios lograda por Cristo. La gente
sale del culto quizá sintiéndose culpable, pero sin esperanza; con
remordimiento pero sin arrepentimiento; con una lista de deberes, pero sin la
motivación correcta para hacerlos; con buenas ideas, pero sin poder para
cambiar.
A estos sermones les falta el
ingrediente más fundamental: El Evangelio. Las buenas noticias de la gracia de
Dios en Cristo para todos los que creen. El mensaje acerca del amor
obstinado de Dios que convierte hijos de ira en hijos de Dios. El mensaje
que dice que nuestra relación con Dios no depende de nuestro desempeño, sino de
lo que Dios hace en nosotros en Cristo. Esto es, no se trata de una lista
de deberes requeridos para que Dios nos ame, sino de nuestra respuesta
obediente hecha posible por haber sido el objeto de tanto amor por parte de
Dios en Cristo.
Estamos, entonces, hablando de una actitud al
predicar y una motivación para obedecer totalmente diferentes a la que solemos
observar en nuestros sermones. No obedecemos para ser aceptados, sino porque
hemos sido aceptados por gracia en Cristo, ahora queremos glorificar a Dios.
Una lista de deberes sin tomar en cuenta la gracia de Dios forma buenos
fariseos. El evangelio de la gracia, por su parte, logra vidas
transformadas que anhelan agradar al Padre que los ama.
Para ayudarme a cuidar que los
sermones estén bañados del evangelio, verifico que cumplan por los menos cinco
aspectos básicos. Esta lista, por supuesto, no es exhaustiva, ni siquiera
afirmo que es la lista más útil que pudiera existir; sin embargo la presento a
continuación porque creo que puede ayudar a muchos, que como yo, estamos
luchando para que el evangelio esté presente en nuestros sermones.
Buenas Noticias
A todos nos gustan las buenas
noticias. El evangelio es precisamente eso. Las cosas ya no son como antes,
Cristo vino a hacer la diferencia. Entonces, cuando prediques, comunica el
mensaje pensando en que estás dando buenas noticias. Esto lo comunicas no
sólo con tus palabras sino con tu actitud y tono. Piensa cada vez que eres
portador de buenas noticias. Dios no te manda a anunciar condenación, sino
salvación en un mundo que ya no tiene esperanza. Tus oyentes no deben salir
aplastados por la Palabra sino esperanzados por las buenas noticias que hay
para todo aquel que está en una relación creciente con Cristo. Aunque hables
del juicio o de la ira de Dios, la gente debe salir animada porque hoy es día
de buenas noticias… Cristo es buenas noticias.
Gracia
La Reforma religiosa del siglo
XVI recobró la verdad bíblica de que, de principio a fin, somos salvos por
gracia. Pero no sé cuándo nos confundimos y comenzamos a pensar que la gracia
es importante y necesaria sólo para la conversión; y que a partir de allí, el
esfuerzo humano, la disciplina y las obras personales nos llevarían hasta el
final del camino. No cabe duda que por eso hay en nuestras iglesias tantos
fariseos modernos que piensan que Dios está fascinado con ellos porque cumplen
la lista de expectativas y evitan la lista de prohibiciones. Aunque dicen
que son salvos por gracia, viven como si la aceptación de Dios dependiera de
sus méritos.
La gracia no sólo es necesaria
para la conversión, sino también para la santificación. No podemos vivir sin la
gracia que habilita a gente pecadora como nosotros para ser hijos de
Dios. La gracia nos pone a todos al mismo nivel, no importa quién seas ni
cuántos años tengas en el cristianismo, necesitas Su gracia hoy tanto como
cuando estabas sin Cristo. La diferencia entre la persona más despreciable
de la humanidad y un servidor, simplemente, es la obra de la gracia de Dios en
mi vida. La gracia echa fuera toda jactancia, orgullo, vanagloria y nos
deja con un profundo sentido de asombro y gratitud por tantos favores recibido
inmerecidamente.
Cuida que tus sermones reflejen
la gracia prodigada por Dios en Jesucristo. La lista de deberes cristianos debe
darse bajo el entendido de que es por la gracia obrando en nosotros que podemos
realizarlos; que es la gracia la que nos asegura nuestra posición con Dios y no
nuestra obediencia fiel; que la obediencia es el resultado de haber
recibido la gracia de Dios y no la que nos procura un lugar con Él.
La gente necesita escuchar de la
gracia de Dios no sólo para ser salva sino para vivir en Él. Está tan
acostumbrada a poner por delante su desempeño como la base de su relación con
Dios, que al principio no pueden vivir lo que dicen creer: “Somos salvos por
gracia por medio de la fe… no es por obras para que nadie se
gloríe”. Predicar con la gracia presente en nuestros sermones atraerá no
sólo a los incrédulos, sino a los que han sido salvados por gracia.
Jesucristo
Si hay algo que hace distintivo
al mensaje cristiano es, precisamente, Jesucristo. Si el mensaje no está
fundamentado en la persona y obra de Jesucristo, ese mensaje quizá será un
ramillete de ideas positivas, pero no será un mensaje cristiano. Jesucristo es
el cumplimiento de toda la Escritura. No se puede hablar de ninguna parte
de la Biblia sin tener que desembocar en la persona y obra redentora de Jesucristo.
Nuestros sermones deben resaltar
Su persona y obra porque Él es el cumplimiento de todo lo que pudiéramos
comentar o decir acerca de cualquier pasaje de la Escritura. De hecho, sin
Él, ningún pasaje tiene sentido, ni vale la pena predicarlo.
Si lo hiciéramos estaríamos
solamente diciendo principios de espiritualidad como cualquier religión del
mundo pagano. Jesucristo es quién hace que un mensaje sea
inconfundiblemente cristiano.
No te permitas hablar de
principios cristianos, ya sea del Antiguo o del Nuevo Testamento, sin filtrar
todo lo que digas a través de la vida, muerte, resurrección y ascensión de
nuestro Señor Jesús. Su obra no es algo accesorio en tu sermón sino su
fundamento.
Arrepentimiento
El Evangelio está ligado al
arrepentimiento. El llamado de la gracia es al arrepentimiento. El sacrificio
de Jesucristo nos impulsa al arrepentimiento. No estamos hablando del
remordimiento, sentimiento de culpa o incomodidad espiritual que no produce
cambio en la vida. Estamos hablando del acto de humillarse delante del Dios de
la gracia y abrazar por la fe las grandes promesas del Evangelio garantizadas
por la obra de Jesucristo. Esta es la respuesta apropiada a la predicación
de un sermón bañado del Evangelio.
Ese arrepentimiento no lo logra
el volumen de la voz, las historias emotivas del predicador, ni la presión
manipuladora del sentimiento de culpa.
El experto en lograrlo es
el Espíritu Santo, usando una exposición clara de las buenas noticias de la
gracia de Dios a partir de cualquier pasaje de la Escritura. Alinea tus
sermones con el Espíritu Santo para que la respuesta de la gente sea el
arrepentimiento surgido del entendimiento de la gracia de Dios como se presenta
en el Evangelio.
Transformación
El evangelio trae transformación
de vida. Un sermón bañado del evangelio ofrece esa esperanza al oyente porque
Jesucristo ha completado la obra de redención. El sermón no se trata de
regaños para que la gente se componga, sino de mostrar la gracia abundante de
Dios en Jesucristo que nos constriñe para un cambio de dentro para afuera.
El mismo predicador debe
declararse necesitado de esa transformación progresiva. Nadie es un producto
terminado; todos estamos en ese proceso de cambio. Con esa actitud,
animamos a los oyentes a usar los recursos dados por Dios, los medios de
gracia, para crecer confiados que el que comenzó la buena obra en nosotros la
perfeccionará para el día de Jesucristo.
La transformación no se logra a
base de pura disciplina, privaciones y esfuerzo humano; al igual que todo lo
demás en la vida cristiana, es el resultado de la obra de gracia del Espíritu
Santo en nosotros cuando usamos, confiados en la obra de Cristo, los medios que
él ha provisto para nuestro crecimiento.
Por tanto, habla de los medios de
gracia no como meros deberes y disciplinas que nos pondrán bien con Dios, sino
como lo que son, bendiciones espirituales que nuestro Padre da para que
crezcamos en la gracia de nuestro Señor Jesucristo.
Conclusión
Como dije, no es una lista
exhaustiva, ni siquiera la más útil. Pero espero que a través de ella se
exprese la importancia, urgencia y necesidad de que no prediquemos como si el
evangelio no fuera real.
Como si nuestro único mensaje
fuera cuán molesto está Dios con su Pueblo; como si la gente tuviera que lograr
la aceptación de Dios a base de esfuerzo personal; como si Jesucristo no
hubiera completado la obra de redención; como si ya no hubiera oportunidad para
el arrepentimiento; como si tuviéramos el poder para cambiarnos a nosotros
mismos sin la gracia de Dios.
No nos permitamos más ese tipo de sermones
. ¡Bañemos nuestros sermones con
el glorioso Evangelio del Señor Jesucristo!
Bendiciones de Jesucristo a tu vida¡¡¡¡
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