Creencias Fundamentales
Remontamos nuestros orígenes a la Iglesia que fundó Jesús a comienzos del
primer siglo. Seguimos las mismas enseñanzas, doctrinas y prácticas
establecidas entonces. Nuestra comisión es proclamar el evangelio del venidero
Reino de Dios a todo el mundo como testimonio y enseñarles a todas las naciones
a observar lo que Cristo ordenó (Mateo 24:14; 25:19, 20).
Dios el Padre, Jesucristo y el
Espíritu Santo
Creemos en un Dios, el Padre, quien existe eternamente, quien es un
Espíritu, un Ser personal de suprema inteligencia, conocimiento, amor,
justicia, poder y autoridad. Él, por medio de Jesucristo, es el Creador de los
cielos y la tierra y de todo lo que hay en ellos. Él es la fuente de vida y
aquel para quien existe la vida humana. Creemos en un Señor, Jesucristo de
Nazaret, quien es el Verbo y ha existido eternamente. Creemos que él es el
Mesías, el Cristo, el Hijo divino del Dios viviente, concebido del Espíritu
Santo, nacido en carne humana de la virgen María. Creemos que es por él que
Dios creó todas las cosas y que sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho.
Creemos en el Espíritu Santo, como el Espíritu de Dios y de Cristo Jesús. El
Espíritu Santo es el poder de Dios y el Espíritu de vida eterna (2 Timoteo 1:7;
Efesios 4:6; 1 Corintios 8:6; Juan 1:1-4; Colosenses 1:16).
La Palabra de Dios
Creemos que las Escrituras, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo, son
la revelación de Dios y la totalidad de su voluntad expresada a la humanidad.
Las Escrituras son inspiradas en pensamiento y palabra, son infalibles en los
escritos originales, son la autoridad suprema y final en la fe y en la vida, y
son el fundamento de toda verdad (2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:20-21; Juan 10:35;
17:17).
Satanás el diablo
Creemos que Satanás es un ser espiritual que es el adversario de Dios y de
los hijos de Dios. Satanás ha recibido dominio sobre el mundo por cierto
espacio de tiempo. Satanás ha engañado a la humanidad haciéndola rechazar a
Dios y su ley. Satanás ha reinado mediante el engaño con la ayuda de las
huestes de demonios que son ángeles rebeldes, seres espirituales, quienes
siguieron a Satanás en su rebeldía (Mateo 4:1-11; Lucas 8:12; 2 Timoteo 2:26;
Juan 12:31; 16:11; Apocalipsis 12:4, 9; 20:1-3, 7, 10; Levítico 16:21-22; 2
Corintios 4:4; 11:14; Efesios 2:2).
La humanidad
Creemos que la humanidad fue creada a imagen de Dios con el potencial de
convertirse en hijos de Dios, partícipes de la naturaleza divina. Dios formó a
la humanidad de carne, que es sustancia material. Los seres humanos viven por el
aliento de vida, son mortales, sujetos a corrupción y descomposición, carentes
de vida eterna salvo como don de Dios dentro de los términos y condiciones de
Dios tal como se expresan en la Biblia. Creemos que Dios puso ante Adán y Eva
la opción de la vida eterna por obediencia a Dios, o muerte por el pecado. Adán
y Eva cedieron a la tentación y desobedecieron a Dios. Como resultado, el
pecado entró en el mundo, y por el pecado la muerte. Ahora la muerte reina
sobre toda la humanidad porque todos han pecado (Génesis 1:26; 2 Pedro 1:4;
Hebreos 9:27; 1 Corintios 15:22; Romanos 5:12; 6:23).
El pecado y la ley de Dios
Creemos que el pecado es infracción de la ley. La ley es espiritual,
perfecta, santa, justa y buena. La ley define el amor de Dios y se basa en los
dos grandes principios de amor a Dios y amor al prójimo, y es inmutable y
obligatoria. Los Diez Mandamientos son los 10 puntos de la ley divina del amor.
Creemos que quebrantar cualquier punto de la ley trae sobre la persona la pena
del pecado. Creemos que esta ley espiritual fundamental revela el único camino
a la vida verdadera y el único camino posible a la dicha, la paz y la alegría.
Toda desdicha, miseria, angustia y pena ha venido de la transgresión de la ley
de Dios (1 Juan 3:4; 5:3; Mateo 5:17-19; 19:17-19; 22:37-40; Santiago 2:10-11;
Romanos 2:5-9; 7:12-14; 13:8-10).
El sacrificio de Jesucristo
Creemos que Dios amó tanto a este mundo de débiles pecadores que dio a su
Hijo unigénito, quien fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero vivió sin
pecado en carne humana. Ese Hijo, Jesucristo, murió como sacrificio por los
pecados de la humanidad. Su vida, por tratarse del Creador de toda la
humanidad, tiene más valor que la suma de toda vida humana. Por tanto, su
muerte es suficiente para pagar la pena de los pecados de todo ser humano. Al
pagar esta pena, hizo posible, conforme al plan de Dios, que se perdonaran los
pecados de cada persona y de la humanidad en general, y que éstas fueran
libradas de la pena de muerte (Hebreos 4:15; 9:15; 10:12; Juan 1:18; 3:16;
Colosenses 1:16-17, 22; 1 Juan 2:2; 4:10; Efesios 1:11; Apocalipsis 13:8).
Tres días y tres noches
Creemos que el Padre levantó a Jesucristo de la muerte después que su
cuerpo hubo permanecido tres días y tres noches en el sepulcro, haciendo así
posible la inmortalidad para el hombre mortal. Luego ascendió al cielo, donde
ahora está sentado a la diestra de Dios Padre como nuestro Sumo Sacerdote y
Abogado (1 Pedro 1:17-21; 3:22; Mateo 12:40; 1 Corintios 15:53; 2 Timoteo 1:10;
Juan 20:17; Hebreos 8:1; 12:2).
El arrepentimiento
Creemos que todos los que se arrepienten de sus pecados en total entrega y
obediencia voluntaria a Dios, y que con fe aceptan a Jesucristo como su
Salvador personal, reciben perdón de sus pecados por un acto de gracia divina.
Tales individuos son justificados, perdonados de la pena del pecado y reciben
el don del Espíritu Santo, que literalmente mora dentro de ellos y les
proporciona el amor divino, lo único que puede cumplir la ley y producir
justicia. Son bautizados por el Espíritu en el Cuerpo de Cristo, que es la
verdadera Iglesia de Dios. Creemos en un verdadero cambio de vida y actitud.
Solamente los que tienen la presencia interior del Espíritu Santo y son guiados
por el mismo, son de Cristo (Hechos 2:38; 3:19; 5:29-32; 2 Corintios 7:10; Juan
3:16; Efesios 1:7; 2:7-9; Romanos 3:21-26; 5:5; 6:6; 8:4, 9-10, 14; 13:10;
Jeremías 33:8; Juan 14:16-17; 1 Corintios 12:12-13; Filipenses 2:3-5).
El bautismo por inmersión
Creemos en la ordenanza del bautismo por inmersión en agua después del
arrepentimiento. Mediante la imposición de las manos, con oración, el creyente
recibe el Espíritu Santo y se convierte en parte del Cuerpo espiritual de
Jesucristo (Mateo 3:13, 16; Juan 3:23; Hechos 2:38; 8:14-17; 19:5-6; 1
Corintios 12:13).
El día de reposo
Creemos que el séptimo día de la semana es el sábado del Señor nuestro
Dios. En este día se nos ordena descansar de nuestras labores y adorar a Dios,
conforme a las enseñanzas y el ejemplo de Jesús, los apóstoles y la iglesia del
Nuevo Testamento (Génesis 2:2-3; Éxodo 20:8-11; 31:13-17; Levítico 23:3; Isaías
58:13; Hebreos 4:4-10; Marcos 1:21; 2:27-28; 6:2; Hechos 13:42-44; 17:2; 18:4;
Lucas 4:31).
La Pascua
Creemos en la observancia de la Pascua del nuevo pacto la noche del 14 de
abib, el aniversario de la muerte de nuestro Salvador (Levítico 23:5; Lucas
22:13-14).
Las fiestas bíblicas
Creemos en la observancia por orden divina de las siete fiestas anuales
dadas por Dios a la antigua Israel y guardadas por Jesucristo, los apóstoles y
la iglesia del Nuevo Testamento, y que serán guardadas por toda la humanidad
durante el reinado milenario de Cristo. Estas fiestas revelan el plan de
salvación de Dios (Colosenses 2:16-17; 1 Pedro 1:19-20; 1 Corintios 5:8;
15:22-26; 16:8; Santiago 1:18; Éxodo 23:14-17; Levítico 23; Lucas 2:41-42;
22:14-15; Juan 7:2, 8, 10, 14; Hechos 2:1; 18:21; 20:16; Zacarías 14:16-21).
Las leyes de Dios acerca de los
alimentos
Creemos que no se han de comer las carnes señaladas por Dios como
“inmundas” en Levítico 11 y Deuteronomio 14.
El servicio militar y la guerra
Creemos que los mandamientos de Dios le prohíben al cristiano quitar la
vida humana directa o indirectamente, y que portar armas es contrario a esta
creencia fundamental. Por tanto, creemos que los cristianos no deben ocuparse
voluntariamente en el servicio militar. Si se les ocupa en el servicio militar
involuntariamente, creemos que deben negarse en conciencia a portar armas y, en
la medida de lo posible, rehusar estar bajo la autoridad militar (Éxodo 20:13;
Mateo 5:21-22; 1 Corintios 7:21-23; Hechos 5:29).
Las promesas hechas a Abraham
Creemos en la justicia perdurable de Dios. Esa justicia está demostrada en
la fidelidad de Dios al cumplir todas las promesas que hizo a Abraham, padre de
los fieles. Tal como lo prometió, Dios multiplicó a los descendientes directos
de Abraham de modo que Abraham se convirtió literalmente en “padre” de muchas
naciones. Creemos que Dios, tal como lo prometió, hizo prosperar materialmente
a los descendientes directos de Abraham: Isaac y Jacob (cuyo nombre cambió más
tarde a Israel). Creemos que Dios, mediante Jesucristo, la Simiente de Abraham,
está facilitando la salvación a toda la humanidad independientemente de su
linaje físico. Por tanto, la salvación no es un derecho adquirido por
nacimiento. Se ofrece libremente a todos los que Dios llama, y los que son
considerados descendientes de Abraham son aquellos de la fe, herederos según
las promesas.
Creemos que el saber que Dios ha cumplido y sigue cumpliendo las promesas
físicas hechas a Abraham y sus hijos, y que está cumpliendo la promesa
espiritual por medio de Jesucristo, es esencial para entender el mensaje de los
profetas y su aplicación al mundo en que vivimos (Salmos 111:1-10; Romanos
4:16; 9:7-8; Gálatas 3:16; Génesis 32:28).
El propósito de Dios para la
humanidad
Creemos que el propósito de Dios para la humanidad es preparar a quienes él
llama —y quienes elijan al vencer el pecado, forjar un carácter justo y crecer
en gracia y conocimiento— para que posean el Reino de Dios y se conviertan en
reyes y sacerdotes para reinar con Cristo a su regreso. Creemos que la razón de
la existencia de la humanidad es literalmente nacer como seres espirituales
dentro de la familia de Dios (Romanos 6:15-16; 8:14- 17, 30; Hechos 2:39; 2
Pedro 3:18; Apocalipsis 3:5; 5:10).
La iglesia
Creemos que la iglesia es aquel cuerpo de creyentes que han recibido y son
guiados por el Espíritu Santo. La verdadera Iglesia de Dios es un organismo
espiritual. Su nombre bíblico es “la Iglesia de Dios”. Creemos que la misión de
la iglesia es predicar el evangelio (buenas noticias) del venidero Reino de
Dios a todas las naciones como testimonio, y ayudar a reconciliar con Dios a
las personas que están siendo llamadas ahora. Creemos que también es misión de
la Iglesia de Dios fortalecer, edificar y cuidar a los hijos de Dios en amor y
amonestación de nuestro Señor Jesucristo (Hechos 2:38-39, 47; 20:28; Romanos
8:14; 14:19; Efesios 1:22-23; 3:14; 4:11-16; 1 Corintios 1:2; 10:32; 11:16, 22;
12:27; 14:26; 15:9; 2 Corintios 1:1-2; 5:18-20; Gálatas 1:13;1 Tesalonicenses
2:14; 2 Tesalonicenses 1:4; 1 Timoteo 3:5, 15; Marcos 16:15; Mateo 24:14;
28:18-20; Juan 6:44, 65; 17:11, 16).
El diezmo
Creemos en el diezmo como una manera de honrar a Dios con nuestros bienes y
como un medio de servirle en la predicación del evangelio, el cuidado de la
iglesia, la asistencia a las fiestas y la ayuda a los necesitados (Proverbios
3:9-10; Génesis 14:17-20; 1 Corintios 9:7-14; Números 18:21; Deuteronomio
14:22-29).
Las resurrecciones
Creemos que la única esperanza de vida eterna para los seres humanos está
en la resurrección mediante la presencia del Espíritu Santo en ellos. Creemos
que al regreso de Jesucristo habrá una resurrección a la vida espiritual de
todos los que hayan sido fieles siervos de Dios. Creemos que después de que
Jesucristo haya reinado en la tierra 1.000 años, habrá una resurrección a la
vida física de la inmensa mayoría de las personas que alguna vez existieron.
Creemos que cuando estas personas
hayan tenido la oportunidad de vivir físicamente, si se convierten, también
recibirán la vida eterna. También creemos que los que rechacen la salvación
ofrecida por Dios cosecharán la muerte eterna (1 Corintios 15:19, 42-52; Hechos
23:6; Juan 5:21-29; Romanos 6:23; 8:10-11; 1 Tesalonicenses 4:16; Ezequiel
37:1-14; Apocalipsis 20:4-5, 11-15; Juan 3:16; Mateo 25:46).
El regreso de Jesucristo
Creemos en el regreso personal, visible, pre milenario del Señor Jesucristo
para gobernar a las naciones en la tierra como Rey de reyes y para continuar en
su cargo sacerdotal como Señor de señores. Entonces se sentará en el trono de
David. Durante su reinado de mil años en la tierra restaurará todas las cosas y
establecerá el Reino de Dios para siempre (Mateo 24:30, 44; Apocalipsis 1:7;
11:15; 19:16; 20:4-6; 1 Tesalonicenses 4:13- 16; Juan 14:3; Isaías 9:7;
40:10-12; Hebreos 7:24; Jeremías 23:5; Lucas 1:32-33; Hechos 1:11; 3:21; 15:16;
Daniel 7:14, 18, 27).
Bendiciones de Dios.....
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