¿Quiénes entraran al Cielo?
Lo que sigue, en el Apocalipsis 21 verso 8, es un relato primero de
advertencia, de quienes no entraran al cielo. Y luego una lista con los
pecados que cierran las puertas del cielo.
Comienza Juan con los cobardes. Precisamente en ese momento la
iglesia sufría la cruel persecución ordenada por el emperador Domiciano.
Seguramente se refería a los que se avergonzaban a de confesar públicamente a Cristo
como Señor lo que significaba de seguro una cruel muerte.
Los incrédulos en general, pero también los que hacían una declaración falsa de fe.
Los abominables, se hallan descritos en pasajes tales como: Job 15:16; Sal 14:1 y Tito
1:15,16. Especialmente abominables son los hipócritas, según puede verse en
Mt 7:22,23.
Les siguen los que están involucrados en cualquier clase de inmoralidad
sexual. Del griego pórnois de donde viene el término “pornografía”.
“Los que practican artes mágicas” literalmente, los hechiceros. Advirtiendo
el pensamiento de que esto no sea vigente para nuestros días, es que transcribo
el comentario de M.Henry en su libro Escatología II (pág. 347):
“Si vamos a la Biblia, hallamos la
conexión de la hechicería con la magia, la adivinación y el espiritismo, todo
lo cual era abominable a YHWH (v., por ej., Éx. 22:18; Lv. 19:26, 31; 20:6, 27;
Dt. 18:11-14; 2R. 9.22; Is. 19:3; Dn. 1:1, 2; Hch. 8:9-11). En nuestros días,
la hechicería primitiva sigue vigente en muchas tribus de Asia, África y
América. Lo verdaderamente lamentable es el auge que el ocultismo, el
espiritismo y satanismo están cobrando en nuestros días entre las gentes que se
tienen por más civilizadas. Más aún ni los propios creyentes son impermeables
al esoterismo, revestido de múltiples formas, algunas aparentemente suaves.
Hemos de estar, pues, alertados, ya que también estos irán al infierno”.
Continúa con
los idolatras, los que adoran todo tipo de imágenes de yeso o metal.
Pero se refiere también a los que entronizan en su corazón sus propios dioses,
como la fama, el dinero, mundanalidad etc. (Mt. 6:24; Col. 3:5).
Se cierra
esta lista con “todos los mentirosos”. Y no solo se refiere aquí a lo
que dicen mentiras, sino también a aquéllos que toda su vida es una mentira. Es
decir, un estilo de vida. Y ya sabemos, quien es el mentiroso por excelencia.
Para concluir,
diremos que el orden en la lista no es casual. Tiene como fin advertirnos para
que estemos alertas, de que aún la mas sencilla tentación puede ser una puerta
al infierno. Por ello enfatizamos el contraste, mientras que los que vencen
(V, 7) ellos heredarán el cielo; éstos últimos el infierno (ver Mt.
25:34 y ss.) Lo cual es la mas tristes de las herencias.
Transportado en el espíritu.
“Y me transportó en en el espíritu…” (V,
9), que maravilloso es pensar cuando leemos este relato, que de esta misma
forma podremos trasladarnos en la eternidad que nos espera. Una donde no habrá
limitaciones. ¡Y estaremos acompañados por ángeles!
Este ángel le muestra a Juan la gloria de la nueva Jerusalén. El ángel
compara la ciudad a una “novia, la
esposa del cordero” para darnos a entender la hermosura que se refleja a
través de la misma.
La
descripción de la ciudad, les plantea generalmente a los estudiosos, el clásico
problema de interpretación (Hermenéutica) que se pregunta: ¿Qué es simbólico y
que no lo es en este pasaje? Juan dice “lo que vio”. ¿Vio todo solamente en
símbolos? Y el lo interpretó… ¿o vio las realidades y las expresó el mismo por
medio de símbolos? Podemos hacer muchas explicaciones teóricas, pero lo cierto,
es que lo mas importante, es que Juan vio una ciudad, que estaba habitada por
santos de todas las edades y que la presencia de Dios estará presente allí de
una manera especial. Parafraseando al Apóstol Pablo, fue arrebatado hasta el
tercer cielo y decía, si en el espíritu o en el cuerpo no lo sé… pero yo estuve
allí y vi cosas demasiados grandes para que el ser humano pueda explicarlas.
(2 Co. 12:2).
Por otra
parte, Juan también es impactado al ver la ciudad, mas que nada por su especial
iluminación que describe de la siguiente manera: “Resplandecía con la gloria de
Dios…” (V, 11) Es Dios mismo que manifiesta su gloria en todo su
esplendor (Is. 58:8; 60:1, 2, 19). También mas adelante en el verso 23
veremos que “La ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren, porque la
gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera”. Aquí late
nuestro corazón deseando la venida del Señor para poder participar en semejante
espectáculo que dará toda la gloria al Cordero!
Juan se
ocupará luego de tratar de describir con palabras humanas, la realidad y majestuosidad
de tan impactante ciudad. Comenzando con sus medidas.
“El ángel que hablaba conmigo llevaba una caña de oro para medir la
ciudad,… (V, 11), de manera que cada parte de la celestial construcción
tiene una medida que proyecta, o descubre un significado, como veremos ahora.
Por años,
Babilonia se había enorgullecido de ser llamada la “ciudad de oro”. Ahora el
ángel le muestra a Juan la verdadera ciudad dorada en su perfecto esplendor y
magnificencia. Y por cierto esta llena de un pueblo santificado por la sangre
preciosa del Cordero.
Se nos dice
que las medidas de la ciudad son doce mil estadios, lo que equivale a dos mil
doscientos kilómetros. Veamos el excelente comentario, que hace H. Halley, y
que nos ayudará a imaginarla en toda su grandeza:
“El doce es la firma del pueblo de Dios: hay doce puertas, en las cuales
están inscritas los nombres de las doce tribus de Israel, y doce cimientos, con
el nombre de los doce apóstoles. La ciudad constituía un cubo perfecto, como lo
era también su prototipo: el Lugar Santísimo en el tabernáculo. Si se colocara
la misma sobre los Estados Unidos, abarcaría desde la punta más septentrional
de Maine hasta el extremo más meridional de Florida, y desde la Costa Este
hasta el estado de Colorado; y se extendería a lo largo de unos dos mil
doscientos sesenta kilómetros hacia el cielo. Doce mil es, entonces, el símbolo
del pueblo de Dios multiplicado por mil, y representa al estado completo,
perfeccionado y glorioso de la creación redimida.”
Sin duda,
esto nos ayuda a comprender que nada es casual, o sin sentido, en la revelación
que Juan a recibido. Aún las medidas son divinas. Así también lo es la certeza
del cristiano acerca de los eventos por venir. Están perfectamente establecidos
en los diseños perfectos de Dios para nosotros.
Va a
concluir Juan este relato (18-21) con un repaso de las piedras preciosas
que alumbran con su brillo tan magnífica ciudad. Algunas de estas piedras
preciosas no han podido ser debidamente reconocidas. Lo cierto, es que la
belleza es tal que los cimientos brillan con los colores del arco iris. Vemos
que cada puerta es una perla y todo esta conformado por los materiales mas
bellos que el hombre pueda conocer. Eso crea un espectáculo glorioso mas allá
de lo imaginable para cualquier hombre en sus cinco sentidos. Una visión de
perfecta paz, belleza, gloria y seguridad. Solo la presencia de Dios puede
ofrecer algo así. No es algo pasajero. Es la eterna felicidad para la que
fuimos creados.
Contemplemos
en el espíritu tal fascinante reino, y notemos que como la lumbrera del cielo
es el Cordero… ¡allí no habrá noche!
Tampoco habrá necesidad de cerrar sus puertas… ¡pues allí no habrá
criminales!
También esta asegurado quienes podrán entrar… ¡Los inscritos en el libro de
la vida del Cordero! ¿Está tu nombre escrito en este libro?
Si no es así, no tardes en venir a sus pies. El nunca rechaza a los que se
acercan buscando perdón y salvación.
¡Alabemos a Dios por una salvación tan grande!
Bendiciones a tu vida. www.franciscojosemartinezg.blogspot.com
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