martes, 27 de agosto de 2013

Las cuevas de Dios.



“PARTIÓ DAVID… Y SE REFUGIÓ EN LA CUEVA DE ADULAM…” (1 Samuel 22:1)

La cueva  1

El psicólogo Daniel Goleman dijo que, por encima de todo, lo que distingue a los triunfadores en toda área es su “entusiasmo y persistencia ante los reveses”. Tu respuesta ante los fracasos es más importante que tu cociente intelectual, tu apariencia, tu simpatía o tu dinero. ¿Por qué los mismos contratiempos impulsan a unos y paralizan a otros?
Durante algún tiempo David “estaba en buena racha”; todo lo que tocaba lo convertía en oro: Samuel lo ungió para ser el próximo rey, derrotó a Goliat, Saúl le escogió como guerrero y músico, el ejército le quería y compuso cantos acerca de él. Pero más tarde lo perdió todo. Su trabajo y su matrimonio fracasaron. Samuel, su mentor, murió. Su mejor amigo, Jonatán, no pudo ayudarle, y los soldados de Saúl le persiguieron hasta tal punto que tuvo que esconderse en una cueva.
¡Tarde o temprano todos nos vemos obligados a pasar un tiempo en la cueva! Esto ocurre cuando todos los apoyos terrenales se esfuman: el jefe te entrega la carta de despido, estás de deudas hasta el cuello, tus sueños se han desvanecido, has perdido a un ser querido, se quiebra tu salud… Y el peor momento llega cuando empiezas a sospechar que Dios te ha olvidado y que nunca saldrás del agujero. Te sientes morir.
Pero en “la cueva” puedes descubrir cosas de ti mismo que nunca podrías aprender en ninguna otra parte. Es también donde Dios hace su trabajo “fino”, moldeándote ahora que todos tus otros apoyos ya no estorban. Descubres entonces que todo cuanto te queda es el Señor… ¡y que Él te basta! Es cuando las peores situaciones te desbordan cuando Dios muestra su poder, para que fluya a través de tu debilidad. Bienvenido a “la cueva”.
“SÍGUELOS, PORQUE CIERTAMENTE LOS ALCANZARÁS Y DE CIERTO LIBRARÁS A LOS CAUTIVOS” (1 Samuel 30:8b)

La cueva  2

Tras haber perdido todo en Siclag, David podría haber dicho: “Voy a retirarme a esta cueva el resto de mis días y dejar que Saúl sea el rey”. Pero en vez de eso, preguntó al Señor cuál debía ser el próximo paso. Y Dios le dijo: “Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás y de cierto librarás a los cautivos” (1 Samuel 30:8b).
Cuando David obedeció estas palabras, recuperó todo lo que había perdido y restituyó su liderazgo.
¡Actuar es poder! Un simple paso adelante puede anular el poder destructivo de nuestros errores. La causa por la que un fallo llega a paralizarnos es porque no nos tomamos tiempo para comprender por qué fallamos en primer lugar, y después, tratar de superarlo. En vez de esto, esperamos que alguna fuerza externa o una persona nos rescate. Pero Dios nos está diciendo todo el tiempo que actuemos.
Cuando te preocupa fracasar, ¡lo peor que puedes hacer es no hacer nada! El fallo puede ser un motivador tremendo, especialmente cuando te impulsa a cambios que te llevan a nuevos niveles de entendimiento.

El psicólogo David Burns escribía sobre lo que él llamo ‘el ciclo de letargo’, y afirmó: “Cuando me enfrento a un reto y no hago nada, esto me lleva a pensamientos distorsionados de que estoy desamparado, sin esperanza y más allá de todo cambio. A su vez, estos pensamientos generan en mí emociones destructivas, falta de energía y de motivación, y daño en mi autoestima, lo que me hace sentir abrumado. El resultado final es una conducta derrotista, dejando las cosas para más adelante, evitando riesgos y optando por el escapismo. Estas emociones negativas se retroalimentan unas a otras y me hacen entrar en una espiral hacia abajo”.
Es estupendo actuar y vencer. En cambio, cuando actúas y pierdes, resulta doloroso; pero no es lo mismo que fracasar, ¡lo cual es negarse del todo a actuar!
¿QUÉ HACES AQUÍ, ELÍAS? (1 Reyes 19:9b)
La cueva  3
Cuando te encuentras en los puntos álgidos de la vida, es fácil ver obrando la mano de Dios; sin embargo, Él te quiere lo mismo cuando estás desanimado o caes de bruces. Su amor es incondicional. No se basa en tu éxito. Elías estaba seguro de que el Señor estaba con él cuando derrotó a cuatrocientos falsos profetas, cuando hizo caer fuego del cielo, cuando resucitó a un muchacho, cuando corrió más que un carruaje, o cuando reprendió a un rey malvado. No obstante, cuando Jezabel le persiguió, se deprimió tanto que llegó a decir: “Basta ya, Señor, quítame la vida…” (1 Reyes 19:4b).
Cada vez que te sientas así, ¡no es cosa de Dios! A veces, Él permite el dolor para producir convicción de pecado y arrepentimiento por obrar mal. Este tipo de dolor es un aliado, porque Dios no es un Dios del desánimo. Su saludo es: “¡No temáis” o ”¡Alegraos!”.
Algo importante sucedió cuando Él habló con Elías aquel día. No preguntó: “¿Qué estás haciendo allí, Elías?”, sino: “¿Qué estás haciendo aquí?”. ¡El Señor estaba con él en aquella cueva! “Una cueva” puede ser un buen sitio para descubrir que Dios está contigo. Fue precisamente en una cueva donde escribió David: “¡Tú eres mi esperanza y mi porción en la tierra de los vivientes!” (Salmo 142:5b). Mientras el valor que des a tu vida esté ligado exclusivamente a tu éxito, éste siempre será frágil. Pero cuando te convences de que Dios te ama, incluso en los momentos más bajos, puedes aguantar “la cueva” para salir más fuerte.

Bendiciones de Dios para tu vida……

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